miércoles, 25 de noviembre de 2015

Sencillo homenaje a los dominicos en el 800 aniversario de la fundación de la orden
Para saber más sobre Santo Domingo,
os recomiendo el libro
“El castellano Domingo de Guzmán (1170-1221)”
de Antonio Villacorta Baños,
 Ed. San Esteban.


En esta sencilla entrada, en primer lugar quiero felicitar a toda la familia dominicana en el octavo centenario de la fundación de la orden y aprovecho para exponer un documento del Congreso celebrado en Salamanca en 2011 sobre el sermón de Antón de Montesinos y tres vídeos, uno estrenado para esta entrada y los otros realizados rememorando la peregrinación a los lugares dominicanos de la primavera de 2014, estando el tercero dedicado al día de la visita a Fancheaux y Pruilhe.

1.- La intervención del dominico A. Montesinos




El 21 de diciembre de 2011 se cumplieron 500 años de este sermón, en el cual movido por el Espíritu Santo Montesinos, cambió el rumbo de las relaciones sociales y puso humanidad a unas relaciones presididas por la avaricia, el lucro y hasta el desprecio de los colonizadores hacia los nativos en las nuevas tierras descubiertas.
En 1508 Roma concede a España el Patronato de las Indias, pues se había tomado en serio el deber cristianos de propagar el evangelio en las tierras conquistadas (en 1514 se le concede a Portugal). Los reyes españoles por tanto expresaban su deseo de humanidad para los habitantes de las tierras conquistadas; pero los intereses y la ambición de riquezas, deshacían estos buenos deseos.
Algunos misioneros, no podían soportar el trato dado a nativos, tratados como seres sin razón y esclavizados, sin poder contener su compasión por ellos. La protesta solemne llegó el
21 de diciembre de 1511 con el sermón de Antón Montesinos:

 “¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos?... Tened por cierto que en el estado en que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos, que carecen y no quieren la fe de Jesucristo

No está claro si este es el texto real; pero no puede negarse la denuncia. Las protestas contra este “atrevimiento” llegaron a la corte y el rey vio la necesidad de estudiar esos asuntos que tanto habían conmovido a España y América. Las respuestas a tales cuestiones combinaban la defensa de los derechos naturales de
los indios con la defensa de una visión teocrática de la sociedad civil y política. En las juntas de Burgos de 1512, muchos teólogos admitían que el título del dominio del rey sobre las Indias era donación apostólica, a partir de la jurisdicción temporal del Papa
sobre el universo, declarándose formalmente en el Requerimiento, redactado por Juan López de Palacios Rubios, que debía leerse a los indios antes de cualquier acción armada. Ello da lugar a la duda indiana.
Francisco de Vitoria sobre el poder temporal del papa está a lejos del requerimiento y del teocratismo de Palacios. No niega la
conquista; pero no funda su justicia en conceptos como la infidelidad, presentes en aquel tiempo. La Escuela Teológica-Jurídica de Salamanca negará ese poder temporal al papa y buscará títulos basados en el derecho natural y de gentes, y sólo confieren al papa en el primer momento antes de la conversión de aquellos pueblos, potestad para la evangelización.
Bernardino de Minaya, dominico, viaja a Roma, después de haber recorrido medio mundo, por encargo del obispo Garcés y consigue acercarse al papa Pablo III, con la ayuda del General de la Orden. El Papa responde con la bula Sublimis deus el 2 de Junio de 1537. Por fin el indio americano tendrá un documento eclesiástico en el cual se le reconoce su dignidad humana.
Así vemos, como el sermón de Montesinos fue el inicio, la chispa, la puesta en marcha de un proceso que concluyó poco más de veinte años después en el reconocimiento de su dignidad.

Montesinos, de las Casas y otros muchos misioneros menos conocidos y anónimos merecen ser considerados santos, aunque ni siquiera muchos de ellos estén beatificados. Unos pocos hicieron mucho por muchos.
Sean recordados y bendecidos por las nuevas generaciones, aunque su memoria por desgracia se olvide, en estos tiempos que nos ha tocado vivir.

Dominicos en Tulouse

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